ALL IN
(Foto: Juan I. Lechuga, vavel.com)Es el momento. La hora de los valientes. Ese instante en el que levantas levemente la mirada, de soslayo, y observas que el otro jugador, ese que lo gana todo, que siempre lleva las mejores cartas, que tan seguro de sí mismo se muestra siempre, y que tan demoledor resulta con adversarios menores, te mira distinto. Con desconfianza. Con cierto aire de sospecha porque a pesar de haberte ganado una buena mano, no acaba de fiarse. Rumia entre dientes cierto recelo cuando clava sus ojos en los tuyos, intentando escudriñar tus pensamientos más profundos porque ve atisbos de ese brillo felino y asesino que se intuye de nuevo en tu mirada. Y sabe que, aun siendo mejor jugador que tú, no puede bajar la guardia. Porque incluso sin llevar las mejores cartas que se barajan, eres capaz de hacerle el lío y arrebatarle parte del botín en juego.
Es el momento. Antes del inicio del juego, se cambió la forma de jugar nuestras cartas, la manera de entenderlas y buscar las combinaciones que nos hicieran ganar nuevas manos. Parecía que nos llevaría tiempo el asumir esta nueva manera de poner en juego nuestros naipes, pero el aprendizaje ha sido más rápido de lo esperado, la evolución está lanzada y se ha cogido velocidad de crucero tras algunos lógicos baches iniciales. Se hizo un cambio de cartas profundo y hubo que soltar comodines que se antojaban vitales para poder competir en las distintas mesas de juego en las que estábamos inmersos. Pero el cambio de naipes ha sido, una vez más, muy acertado, siendo la dosis de riesgo más alta que nunca. Pero tras analizar y estudiar concienzudamente las nuevas opciones que nos brindaba la baraja, se ha construido una jugada fuerte, sólida, con algún 10 que no parecía que nos fuese a dar demasiado juego pero que se ha convertido en un auténtico comodín, haciendo que más de un oponente se haya quedado sin blanca cuando le ha tocado poner sus cartas boca arriba.
Es el momento. Cierto es que en una de las mesas donde estamos compitiendo la cosa pinta fea. De buenas a primeras nos han clavado un trío de ases que va a resultar casi imposible de levantar. Sabiendo además que tan gigantesco adversario posiblemente guarde alguno más en la manga con el que asestarnos el golpe definitivo. Solo queda marcarse un buen farol, que el contrario se lo trague, confiado, y hacerle al menos dudar.
Pero en las otras dos mesas, las de mayor enjundia y donde están los botes de mayor premio, los más ansiados, en esas dos mesas andamos bien, muy bien colocados con una mano de cartas que nos puede llevar muy lejos, dejando oponentes en la cuneta y, a pesar de haber rivales temibles y de un nivel casi inalcanzable, nuestras principales figuras nos otorgan alguna posibilidad de ganarles la partida si sabemos exprimir al máximo nuestras cartas.
Es el momento. La hora de jugarnos el resto. De tener la valentía de soltar un par de cartas, o tres, y pedirle a nuestro mágico crupier que, una vez más, vuelva a hacerlo, y nos dé cartas. Que saque de su extensa baraja esos dos diamantes más que necesitamos, esos que para los demás apenas tienen valor, pero que a nosotros, al juntarlos con el resto de naipes, nos permitan completar esa anhelada escalera de color (rojo, siempre rojo) y poder dar entonces un puñetazo encima de la mesa mirando de tú a tú a los más grandes rivales y decirles que a pesar de sus colecciones estelares de reyes, de ases, de comodines y de los que más de una vez y de cien les regalan por debajo de la mesa, que el bote es nuestro.
Es el momento. Y no importará que la jugada no salga bien y nos quedemos con algunas migajas, incluso la nada como recompensa. Porque la gloria espera y solo la alcanzan los valientes.
Es el momento. ALL IN, SFC.
By @buenopararseahi