El Sevilla FC de la era contemporánea basó sus éxitos en varios pilares: el trabajo bien hecho, unas estructuras en su momento capacitadas para soportar el peso de un club que tenía un determinado tamaño, unos cuadros dirigentes convencidos de su tarea y unos futbolistas llegados bajo el paraguas de la política "vender para crecer" y que llegaron con indudable hambre que, unida a su calidad, dieron lugar a una maravillosa generación de campeones.
Aquello se sostuvo durante cinco años en fase expansiva. Las ventas sirvieron hasta ese momento para cimentar equipos resistentes y campeones. Incluso en 2010 se dio el canto del cisne de esa generación de triunfadores que levantaron una nueva copa al cielo barcelonés en memoria de Antonio. Lo hicieron Palop, Kanouté, Escudé, Navas, Renato, Diego Capel, Squillaci, Negredo (no pudo participar un lesionado Luis Fabiano)...
Ninguno de esos jugadores continúa en el club. Todos fueron sustituidos con mayor o menor acierto, aunque tristemente a partir de 2008 el nivel de aciertos para mantener la principal política económica y deportiva de la entidad con contrataciones millonarias y onerosísimos salarios, comenzó a hacer aguas hasta conducir a la situación actual.
¿Cuál es? Los dos grandes exponentes de los últimos éxitos del Sevilla o quienes se han erigido en garantes de su calidad y poderío como Jesús Navás, que al último título como sevilista conseguido en la ciudad condal sumó los de campeón del Mundo y de Europa, y Negredo acaban de marcharse por importantes cifras.
Los han acompañado canteranos que han dejado pingües beneficios en las arcas sevillistas como Luis Alberto, Luna y Campaña, con poca presencia en los equipos de la entidad pese a la evidente falta de cualificación de sus presumibles competidores y con algunos errores de calibre cometidos por las propias jóvenes promesas.
El Sevilla ha vendido -todo parece así indicarlo- por importe superior a los 60 M € en un solo verano. Lo que jamás hizo antes.
Desgraciadamente, buena parte de esa cifra va destinada a tapar importantes grietas en la economía del club aparecidas con el nacimiento de una gestión nefasta en las últimas temporadas en las que el Sevilla ha derrochado decenas de millones de euros a espuertas, a manos llenas, como nuevos ricos.
Otra parte servirá para reforzar a un equipo y una plantillas ayunos de carácter competitivo en las últimas temporadas. Falta hacía.
El problema, esperemos que simple conjetura pero lícita dados los precedentes, estriba en que las grandes ventas de este verano constituyen la última munición de grueso calibre de la que dispone el Sevilla para mantener efectiva su política de vender para crecer, pues vendido lo traspasado (e incluyo a Negredo según todos los indicios a la hora en que escribo esto), los siguientes jugadores que habrían de sostener dicha política se hayan lejos de esa valoración.
Se hace más necesario que nunca, algo evidente, la necesidad de acertar. No hacerlo tiene un nombre que por el momento me abstengo hasta de pronunciar o describir epistolarmente. Hemos vendido por necesidad. Si hemos de seguir haciéndolo, deberemos de tener algo que ofrecer, que sea nuestro y que produzca grandes réditos. Así es como hemos sobrevivido la última década, incluso haciéndonos más grandes.
Alea jacta est. Que los dioses bendigan al Sevilla.
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