Una final. Sólo la palabra lo dice todo. Sinónimo de todo o nada. De victoria o derrota. De alegría o tristeza. De éxtasis o fracaso.
Volvemos a disputar uno de esos partidos tan bonitos. Un encuentro en los que se moviliza todo el sevillismo para seguir haciendo historia, para seguir engrandeciendo las vitrinas de este club centenario. Que grandes recuerdos nos vienen a la cabeza cuando escuchamos la palabra final. Eindhoven, Glasgow, Mónaco, Madrid… Impresionante esa final en Holanda. Preciosa aquella vivida en la fina lluvia de Escocia. Histórica aquella victoria al todopoderoso Barcelona en Mónaco. Y que decir de la vivida en la capital que fue inundada por sevillistas.
Ahora volvemos a vivir uno de esos días mágicos. Un día de los que nunca se olvidan. Con tu marido o mujer, con tus familiares, con tus amigos, con tus vecinos, con todos, a celebrarlo, beber, comer, cantar, disfrutar, reír, llorar (de alegría). Un día de abrazos, de besos, de sonrisas descritas en la cara, de incertidumbre, de nervios, de ganas de que llegue la hora del partido. Un gran día.
Ese tipo de partidos, hacen que todo lo que se sufre por estos colores, merezcan la pena. Muchos dijimos después de aquella maravillosa noche de mayo en la que el Sevilla se ganó el cielo europeo, que ya nos podíamos morir tranquilos. Y sí, no era ni es mentira, pero después de vivir varias más y saber lo que es esto, prefiero seguir viviendo para disfrutar de muchas más como la que nuevamente se nos presenta delante de nuestras caras.
Ya no hay que esperar más. Aquí está nuevamente. Volvemos a tener el honor y la grandeza de disputar un partido de este calibre. Somos grandes. Esta afición es enormemente grande. Lo demuestra siempre que quiere. Lo demostró este miércoles en Getafe. ¡Y de que manera! Lo demuestra cada vez que su equipo le necesita.
Que nada ni nadie nos robe la ilusión. Estamos por encima de todo. Lo primero es nuestro escudo y nuestro sentimiento. Y demos las gracias a los que han hecho posible que ese día tan maravilloso que es una final vuelva a teñirse de color sevillista. Sufriendo demasiado. Sin buen fútbol en determinados momentos. Pero eso pasa a un segundo plano cuando el resultado es meterte en una final de Copa.
Yo le agradezco a todos los componentes de la plantilla, cuerpo técnico y directivos que con su trabajo hayan conseguido que mi Sevilla siga disputando partidos tan importantes. Un millón de gracias. Gracias porque desde ayer jueves estoy ya disfrutando de la final. Gracias porque mi equipo sigue siendo poderoso. Gracias. Y gracias papá por ayudarme a sentir lo que siento por este escudo.
El sueño vuelve hacerse realidad.
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Cinco de Mayo