El Sevilla FC eligió la jornada 32 para -a través de su director deportivo y del entrenador de la primera plantilla- hacer público su malestar por los perjuicios arbitrales que en gran medida se han repetido a lo largo de la temporada sin que el partido ante el Atlético de Madrid fuera una excepción.
En la gestión de una institución del calado y el arraigo del Sevilla FC que encarna las ilusiones de centenares de miles de personas, es exigible que los parámetros del rigor y los fundamentos de la solidez y un estilo se traduzcan en una línea visible a lo largo del tiempo, es lo que viene a llamarse la política de la sociedad, del club, y que a su vez se materializa en un proyecto que contempla todos los escenarios posibles.
De hecho, en los últimos dos lustros hemos sido imbuidos de la idea de las planificaciones quinquenales que tanta gloria han procurado a nuestra querida entidad. No seré yo quien lo ponga en solfa, antes bien, siempre he defendido que los resultados llegan de un trabajo bien hecho más allá de las oportunas colaboraciones de la diosa Fortuna, lo cual encuentra la cara de la moneda en que cuando los resultados no llegan, no cabe apelar a la mala suerte, es evidencia de que las cosas se han hecho mal.
Y cuando se planifica, es obligado hacerlo pensando en la variedad de escenarios a la que antes aludí. El Sevilla, en el principio de esta victoriosa etapa, planificaba conforme a criterios de prudencia, se movía pensando en unos números acordes a lo conseguido y no a lo que pudiera llegar. Si nos clasificábamos para Liga de Campeones, se contaban como posibles los ingresos de la fase de liguilla. Así hasta que en la temporada 2009-10 se presupuestaron los ingresos de unos cuantos millones de euros correspondientes a la eliminatoria de cuartos de final, siendo eliminados en octavos por el CSKA por lo que las cuentas de la lechera obligaron a severos ajustes traducidos -entre otras cosas- en venta y salida de futbolistas.
A lo largo de estos años, el Sevilla ha optado por una política de silencio respecto a los árbitros. Conozco movimientos que se han hecho entre bambalinas (llámemosles "puño de hierro en guante de seda") y que por lo tanto no desvelaré. Todo ello rodeado de una prudencia que se ha traducido en el silencio institucional.
Es una política o costumbre inveterada, nunca interrumpida. La cabeza visible de la entidad, su presidente, nunca ha querido pronunciarse sobre el colectivo arbitral o lo ha hecho en términos diplomáticos. Los resultados, hasta hace poco, cabe calificarlos como positivos (yo al menos lo hago así). Se maniobraba en otros escenarios y el Sevilla gozaba de un peso específico acorde al potencial de la entidad.
Ahora eso parece haberse difuminado. Anoche, sorpresivamente, tanto el entrenador como el director deportivo denunciaron el hartazgo sobre los errores arbitrales de forma contundente. En términos tan parecidos (leáse el centrar ambas intervenciones en el término "indignación") que se hace obligado pensar que era una postura acordada y por lo tanto institucional con el visto bueno del presidente.
En la jornada 32, súbitamente, se cambia todo el planteamiento mantenido durante más de una década, lo que obligatoriamente me conduce a pensar que las fisuras en el proyecto alcanzan -una vez más- la línea de flotación de la fortaleza institucional capitidisminuyendo ésta. Dicho en otras palabras y por más que entienda la protesta formulada, como sevillista me sorprende, no la entiendo, no puedo adjudicarla a un calentón ni a un hartazgo por muchos de ellos, y menos a estas alturas, por lo tanto inoportuna.
Me gustaría pensar de otra manera, pero me veo obligado a pensar así sin entrar en elucubraciones sobre si actitudes como las de anoche sean una cortina de humo sobre otras cuestiones.
Esta fragilidad institucional aparece, a mi juicio, en la primavera de 2010 y sus síntomas no han cesado de manifestarse desde entonces, agravándose especialmente a partir del invierno de 2011. Hace unos 16 meses, el presidente dijo que en su núcleo más próximo le insistían en que no dimitiese y que tanto por voluntad propia como por hacerse eco de dichos consejos (el mío fue totalmente opuesto a esos), no dimitiría, significando que: "lo primero que he valorado es si perjudicaba al club quedándome porque es cierto que puedo perjudicar la imagen de la entidad, pero creo que aporto y beneficio más que resto".
Como ya expliqué en aquel entonces, mi opinión es contraria y lo sigue siendo a día de hoy. Pienso que la figura del presidente del Sevilla es un factor importante en la debilidad institucional que padece la entidad y que la resta se va agrandando. Por todos estos motivos le invito a la reflexión. Ahora ha pensado o autorizado en mandar a hacer a Monchi y Unai Emery lo que como representante de la sociedad debiera hacer él, mucho me temo que sería otra guerra más que abriera (indirectamente lo hace) además de todos los frentes que a día de hoy le afectan. Y las guerras se declaran para ganarlas, si el riesgo de perderlas es elevado hay que reflexionar sobre la política y la deriva del club en tan importantes apartados.
Ernesto López de Rueda Cossio
@NODOSFC1905