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#Alavés vs. S.F.C.
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En mis siete décadas bien despachaítas nunca había visto al Sevilla ganar nada si exceptúo la Liga que nos trajeron los Arza, Araújo y compañía desde tierras polacas. No lo ví en directo, pero sí que lo hizo mi señor padre que se encajó en la ciudad condal en una odisea ferroviaria de casi dos días la ida y otro más de vuelta. Estrozaíto llegó a casa con la voz rota y más cansao que Roperic después de un entrenamiento a tope. Cuatro días lo tuvo mi madre entre algodones para recuperarlo.Como la cosa andaba cortita de jurdeles, los días de partido me colaba en el antiguo Nervión en las bullas que a veces se montaban. Y si no había suerte, -que eran las más-, tocaba esperar a que dejasen abiertas las puertas en los últimos quince o veinte minutos.El 10 de Mayo del 2006, hallábame yo en el bareto ande ahora tenemos la peña "Antonio Álvarez" presto a presenciar lo que, en mi fuero interno, creía que iba a ser otra derrota más de nuestro Sevilla. Me jinqué tres ginestónis casi sin respirar y que los nervios me impidieron saborear. Cuando pedí el cuarto empezó el partido. Jiñaíto perdío no quería ni mirar el televisor. Me fumé, -entonces se podía fumar tabaco y otras cosas-, hasta los pelillos ojeteros e iba a pegarle un tiento al pelotazo cuando a Alves se le ocurrió poner el balón en la cabeza de Luisfa. Ahí fue Troya; levanté los brazos para gritar el gol y el pelotazo se fue a tomáporculo sobre el traje de uno que estaba detrás de mí. Cuando me hube calmado no sabía ande meterme esperando la ostia del gachó, -que además me sacaba dos metros de envergadura y varias toneladas de musculatura-, y, ante mi sorpresa, me abrazó que casi acaba con mis desangeladas hechuras.Tras la pertinente convidá por mi parte me percaté de que era tan (o más) sevillista que yo. En estas estábamos cuando al Capo se le ocurre meter el segundo. Ambos los dos empezamos a pegar saltos como micos y cuando nos tranquilizamos estaban enfocando las cámaras al ya famoso llorón de Eindhoven. Entonces los gintónises me dieron la puñalá y solté yo también lagrimones como adoquines acordándome (en el buen sentido, por supuesto) de mi señor padre.Pero aún no las tenía todas conmigo. Os podéis figurar hasta ande llega el fatalismo de alguien que ha estado esperando seis décadas largas para ver a su equipo ganar algo que no sea un trofeo veraniego. El otro intentaba animarme pero yo la tenía llorona y solo me consolaba jiñándome en toda la parentela del árbitro cada vez que se le ocurría pitar algo contra nosotros. Me salí pa la calle a liarme un cigarrito de la risa y cuando iba a encenderlo escuché a mi reciente amigo salir gritando hacia la calle. Canuto que se fue al carajo, más abrazos y (entonces sí) mutuas felicitaciones por ser del equipo más grande del mundo, cosa que aunque ya sabida por nosotros no tardó la IFFHS en confirmar.El cuarto gol no pude verlo, así que me perdí el golazo de Freddy con el que comenzó su gloriosa trayectoria en las finales que, para disfrute nuestro y arañazos de careto de los betiquitos, seguiríamos ganando con aquél Sevilla FC de ensueño.Disculpad la lata que os he dao, pero cuando uno está en la cola del crematorio tiende a regodearse con los mejores momentos de su vida y éste, no os quepa la menor duda, fue el segundo. El primero fue cuando pude beneficiarme a la simpar Sharon Stone, pero eso pertenece ya a otra historia y a otro ensueño.