El churro me pide mibeti.
Como los palitos esos de zahorí, que vibran cuando se acercan al agua, pero en versión de morcilla de hígado de Higuera de la Sierra, cuando lo acerco a una cartulina con los escudos que estarán en el bombo, me se pone al pasar por encima de las trece barras como un epiléptico en una maratón de tetris.