Todo es mucho más sencillo.
Dios estaba hasta los cojones de ver el desastre que hay organizado en la tierra. Guerras, hambre, codicia, soberbia... Así que decide movilizar a su ejercito de ángeles exterminadores para perpetrar una masacre, y acabar con el sin dios que tiene montado la raza humana en el planeta.
Pero en el último momento se decide por algo más sencillo y devastador: establece hilo directo con Del Nido para que fiche a Marcelino de entrenador, de manera que mate de aburrimiento y hastío a cualquier aficionado al fútbol que vea un partido de su equipo. No es que se haya ninguneado al Papa pasando directamente al segundo. Simplemente, en el vaticano no se conoce ningún club, y al fin y al cabo nuestros uniformes venían siendo tan ridículos como los de la guardia suiza.
En verdad Dios quería enviar algo así como un ser mitológico tipo hidra o centauro que acojonara al personal. Pero sin que nadie sepa dar una explicación coherente, lo que debería haber sido un españolísimo toro con cabeza humana (otro éxito de nuestro departamento de mercaillotecnia) acabó siendo una vaca con un individuo pegado detrás. Gajes del montaje en China. Pero coño, alguien tenía que patrocinar toda la movida.
Total, que Marcelino aterriza en Sevilla de la mano de Cruzcampo (San Miguel estaba de vacaciones y San Gabriel no fabrica cerveza) y se pone a liar el apocalipsis más tedioso, soso y anodino que se recuerda por estos lares. Su principal arma: la defensa. Y venga a defender. Pero oiga, que no nos marcan goles. Y otro defensa más. Y de medio un defensa, y de extremo un lateral. Y todos a defender, hasta tal punto, que urdió una maniobra de distracción con un tal Gio para encubrir su golpe más depravado y definitivo: fichar a Toquero, el defensa-delantero.
Era la jugada perfecta del antigol para finiquitar esta desigual batalla.
Pero en estas Dios se levanta un día de buenas y se compadece de la que le tiene montada a la afición sevillista. Decide enviar un salvador que nos ilumine y nos libere de tanto hastío. Un tío que con su futbol reine en este Megido yermo y arrasado en que ha convertido el Pizjuán la bestia follavacas. Y como tenía que reinar, pues vino Reyes. En plural, claro. Porque la acumulación de trabajo es de órdago y más vale que se desdoble el Hombre como la Santísima Trinidad.
Por ahora no le llega. Lo de iniciar la jugada, dar la asistencia y rematarla aún le supera. Pero está en ello. Porque otra no le queda mientras los mediocentros tengan prohibido asomar al área, los goles de los extremos hayan de meterlos Luna y Navas, y Negredo siga ejerciendo de Don Tancredo estático y marmóreo.
A ver como acaba la cosa, que por ahora no pinta precisamente a gloria celestial.
P.D. A día de hoy aún no sabemos el bando por el que tomará partido el Ángel Negro.