Orgullodenervion.com publica una entrevista que le hace Roberto Arrocha.
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No quiere ningún protagonismo. Le basta con las miradas de su mujer y de sus hijos, de su gente y de su afición. Asegura que el equipo cambiará la imagen y pide ecuanimidad con Manolo Jiménez.
—¿Andrés?—Sí.
—¿Andrés?—Sí, sí.
—Es que no te reconozco la voz.—¡Uff! Es que casi no puedo hablar. Me he quedado ronco. Tanto gritar no me extraña... Me estoy tomando Lizipaina, pero todavía no me ha hecho efecto.
—Para efecto, el suyo en el estadio del Getafe.—Bueno, no estuvo mal, un partido con mucho trabajo.
—¿Quizás en el que más ha tenido que actuar en su carrera?—También tuve trabajo en el partido de la Copa hace unas semanas ante el Barcelona; recuerdo otro, un encuentro que jugué con el Valencia ante el Arsenal, y sí, uno también con el Villarreal, precisamente ante el Valencia. Fueron partidos parecidos, atacaban y atacaban y tuve mucho trabajo, sí.
—Pues explíquemelo usted, ¿por qué se llegó a esa situación?—Yo lo que vi es que no estábamos teniendo argumentos para hacerle daño al Getafe, salvo una jugada de Jesús (por Navas). Ojalá yo supiera conocer las causas.
—Muchos apuntan a Manolo Jiménez.—¿Sabe una cosa? El míster no para de decir que la mejor defensa es un buen ataque. Yo, cada vez que da una charla, estoy convencido de que lo que dice es lo mejor. Lo plantea muy bien, de verdad, nos dice lo que debemos hacer y yo estoy seguro de que es lo mejor.
—Pero...—Pues que a veces no sale como pensamos. Las culpas hay que repartirlas.
—¿Faltó ilusión?—Tampoco. Mire, yo y muchos de mis compañeros no pudimos dormir la siesta el día del partido por los nervios, por las ganas de volver a meternos en una final. No creo que sea lo de estar ilusionados o no.
—Se lo digo porque en el Getafe salieron como motos.—Ya, lo sé. Pero entienda que ellos iban perdiendo y tenían que remontar. Y se nota que creían en ello, eso les hizo volar. ¡Pero si en las entradas que se vendían estaba impreso: «podemos»! Pero nosotros somos los que vamos a jugar la final y estoy convencido de que el juego va a cambiar.
—¿Convencido?—Esto es una mala racha, un punto de inflexión. El grupo va a coger confianza y con la vuelta de los lesionados se irá refrescando. Con este mismo equipo hemos hecho partidos muy buenos. De todas maneras, entienda que no se pueda minusvalorar todo lo que hemos hecho en la Copa por un mal partido o una eliminatoria.
—¿Nota en el ambiente cierto sabor agridulce?—Es normal, hicimos un partido muy malo, pero la imagen del encuentro se olvida en dos días. Es como si alguien me dice ahora: «Oye Andrés, vaya partido malo que has hecho». Vale, está bien, no hay problema. Pero ha sido un partido y no toda la temporada, cuando a lo mejor estoy haciendo una campaña de puta madre. Yo lo digo: «Valórame no sólo por un trabajo puntual». También hay que recalcar que hemos eliminado al Barcelona y al Deportivo también. No sólo vamos a vender catastrofismo.
—Vendamos optimismo entonces. ¿Cuál ha sido la felicitación más bonita que ha recibido?—Me han mandado unos cincuenta mensajes, también los compañeros me felicitaron tras el partido. Algunos me gritaron incluso que iba a volver a la selección.
—¿Quién?—Fernando Navarro. Me decía: «Vas a ir a la selección, vas a ir seguro a la selección».
—¿Y usted qué opina?—Sinceramente, lo veo difícil. Pero por lo menos vamos a intentar que en el momento de elegir se tengan dificultades. (Cambia de tema). Y claro, con respecto a lo que usted me preguntaba, me quedo con las caras de mi mujer y de mis hijos (tiene dos, de nueve y cinco años) cuando llegué a casa. Esta mañana, como no pude llevarlos al colegio porque llegué muy tarde, los niños subieron y me dieron dos besos.
—¿Vio el partido su hijo, el que en su día avisó a su mujer de que había marcado en la UEFA ante el Shakhtar Donetsk?—Sí, pero el pobre no pudo aguantar más en los últimos minutos. Se durmió al final.
—¿Le gustaría que siguiera sus pasos?—Sólo tiene nueve años y juega en el Tomares, también de portero. Los que le conocen dicen que tiene las mismas poses que yo debajo de la portería. A veces, cuando no tengo que viajar con el equipo, voy a verlo y me pongo en una esquinita sin que me vea, para que no me tenga localizado.
—¿Y dónde se ve usted localizado en dos años?—Me queda un año más de contrato con el Sevilla. Cuando termine tendré 37 y mi intención es seguir dos o tres años más.
—O sea, se ve en el Sevilla.—Ojalá, ese es mi deseo, pero nunca se sabe...