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Candelas de MayoPor J. FÉLIX MACHUCA, 7 de mayo de 2015 Una epidemia de amapolas y lirios peregrinos se ha adueñado del campo de nuestros sueños para que las flores que pintó Boticelli en el nacimiento de su primavera parezcan un dudoso ejercicio de novato. Florencia es una palabra llena de flores. Pero Sevilla es una palabra preñada de luz. Y sin luz no hay flores. Y sin flores ni los parques, ni los campos, ni Florencia tienen sentido. Viene hoy la ciudad de las flores a enfrentarse con la ciudad de la luz. Y no debe olvidar que sin nosotros, sin la luz, Florencia se arruga, se marchita, se va del aire. Así que, violas de la Toscana, hijos de Vespuccio y Torriggiano, cuando saltéis al verde prado del Sánchez-Pizjuán, honrad la luz que arde en el corazón de esta ciudad y mirad ese swing desparramado por las tribunas apretadas de fieles sevillistas a los que tendréis que dirigiros como los gladiadores de Roma antes de la pelea: los que van a morir, oh Sevilla, te saludan. Lys de Florencia, diademas de diosas, coronas de vencedores, hoy saldréis de nuestra casa de Nervión tan agotados y marchitos como nuestros claveles y lirios de Pasión tras una tarde acompañando a la Buena Muerte.Las candelas de mayo alumbran las noches de nuestros caminos. Las candelas de mayo nos abrigan del repeluco que sorprenden nuestras madrugás de ancestrales bueyes y carretones de plata tartésica. Las candelas de mayo encienden el Pizjuán en noches tan tibias como las de hoy donde uno muere viviendo y vive muriendo de amor por unos colores que nacen de la luz y exigen a nuestros corazones el mimo especial del aliento. No os va a faltar. ¿Os ha faltado alguna vez? Ay del que se despiste esta noche mirando o gritando para otro lado que no sea la arena de césped donde los nuestros saldrán a hacer lo que llevan grabado como un tatuaje debajo del escudo: pelear hasta el último aliento, luchar hasta que se acabe el depósito del sudor y ganar como siempre. ¿Rendirse? ¿Eso qué significa? ¿En qué diccionario se esconde una palabra tan deshonrosa? Esa palabra es de otras lenguas, de otros territorios. En nuestra patria de Nervión rendirse no es ni una onomatopeya. Las madres espartanas cuando despedían a sus hijos que marchaban a la guerra les recomendaban: volved con el escudo o sobre el escudo. Esto es: volver vivos o muertos. Pero volved protegidos por el honor y la gloria. No digo yo que como Patton en Sicilia les pidamos a los nuestros lo que aquel general sobrado de testiculina y falto, quizás, de prudencia les gritaba a los valientes del tercer ejército: hoy engrasaremos nuestros tanques con los huevos de los alemanes. No. Jamás. Nosotros vamos a engrasar nuestras noches de mayo con la letra del Arrebato y las candelas de nuestra pasión. Y que el infierno, si tiene cojones, nos embista. Que ya le pediremos a Morante el puro y el capote. Para volver rojo de espanto el viola florentino.Hoy llorará el tiempo y reirán las estrellas. Hoy el tiempo se nos hará tan corto como la felicidad y las estrellas se agarrarán fuertes a los cables del cielo para no caerse de alegría sobre el campo donde la luz de Sevilla agostó a las flores de los toscanos. Sabemos que esta guerra es nuestra, que esta copa es en propiedad, que este sueño es interminable mientras tú en la grada seas como Aquiles en la pelea; y mientras ellos, los niños, ahí abajo, recién hayan subido los escalones para salir al anfiteatro, hagan lo que hacen como nadie: ser ellos mismos para vivir lo que nunca antes han vivido. Con los años podrán contar a sus nietos diciendo ante el cd: ese soy yo y yo estuve aquella noche de candelas en el Pizjuán. A jierro con nuestro destino. Palanganas: las candelas de mayo alumbran nuestras noches para que, cantando por Triana y Jerez, le transmitamos a los florentinos lo que rezaban los relojes de sol de la antigua Roma: todas las horas hieren, la última mata. Pues eso. Esta será vuestra última hora. Y el comienzo de otra nueva hora para este Sevilla que gana matándose, vence muriéndose y doblega hasta necesitar transfusiones de sangre. Haced lo que sabéis. Que juntos nos preguntaremos lo que se preguntaban los espartanos: no queráis saber cuántos son nuestros enemigos sino dónde están. Los tenemos enfrente. Vestidos de morao. Y ellos serán los que nos arrojen sus flores camino de Varsovia…http://sevilla.abc.es/deportes/orgullodenervion/noticias/sevilla-fc/candelas-de-mayo-82304-1430994328.htmlE S P E C T A C U L A R
Joder no he podido reprimir las lagrimas,que orgullo joder que orgullo.SI NO ERES DE NERVION LA GLORIA NO ESTA HECHA PARA TI.SO PAGANO.Simplemente maravilloso .
Que cada uno opine... Para mi es un +1000Caciques contra gitanosPor Félix Machuca, 10 de junio de 2015 12:17 h.Es de dominio público que a los sevillanos, ya sean de Nervión o de La Palmera, nos conocen fuera de nuestro paraíso interior como yonquis y gitanos. La rima es vomitiva: sevillanos, yonquis y gitanos. Pero a los sevillanos, ese verso fácil, nos la pone dura, tanto que entendemos que la mala baba de su envidia solo mide la grandeza de nuestra singularidad. A mucha honra, capullos sin madres, eso es lo que somos: yonquis y gitanos. Pero con una clase que ni los expedientes más aventajados del colegio del Pilar de Madrid o del más caro de Pedralbes nos llegan a la suela de nuestras chanclas. Somos yonquis de nuestras dependencias emocionales. Esas que también os hacen babear cuando descubrís que en Sevilla hay que llorar de emoción ante el imperio de nuestros sentidos. Y gitanos cantando por Camarón los misterios del tiempo que llevamos rompiéndonos la camisa y la boca por defendernos de lo vuestro. Y lo vuestro, cada vez que baja por la resbalaera desde Madrid hasta el Guadalquivir de las estrellas, es siempre un bajío mal encarado, un rostro siniestro de cacique abusando de los gitanos. Ellos roban las gallinas. Nosotros penamos. Pero unidos nos temen. Han colocado a Sevilla en la diana de sus torcidos objetivos. Han colocado a Sevilla en el centro del punto de mira de sus balas de plata fina y cascabeles de whiskys largos para inspirar sus bajos instintos. Y nos han elegido porque saben que Sevilla es dos, no una. Que en esta ciudad la brecha se hace grande por una natural división de pareceres en todo. Y como somos vecinos pero fáciles de enfrentar, pues las jerarquías del fútbol se ceban con Nervión y La Palmera para dar clases de moral y ejemplo. Mira tú quién las va a dar: uno que está doblemente imputado. Y el otro que corre todas las mañanas, cada vez más rápido, para que no le salpiquen los churretes de fango negro de los mangazos de la Fifa. Estos dos caciques quieren acabar con nosotros, con los sevillanos, con los yonquis y gitanos. Y no saben, por absoluto desconocimiento de lo que supone el agravio en nuestras almas, que la verdina y la palangana coexisten y conviven. Que somos vecinos y primos. Que entre nosotros nos entendemos. Pero no entendemos que desde fuera, de forma tan barata, quieran liquidarnos aprovechando nuestra inevitable desunión. Porque, como buenos yonquis y gitanos, la adversidad nos une y de esa unión nacen las sombras que os provocan mucho miedo. En la calle hacemos milagros. Al futbol sevillano lo han cogido para jugar al abejorro. Y parece, como leía el otro día en un tuit, que somos nosotros los únicos espectadores que tras el descanso de un partido nos damos la paz y sacrificamos niños menores de cinco años al dios de la violencia. Nos quieren joder la temporada a base de cierres parciales o totales porque dos mil tíos (dos mil, medidos con un tino científico, de agrimensores nucleares) le cantaron en el último Sevilla versus Real de la cosa, «ese portugués que hijo de tal es», como si eso solo se lo cantaran en Sevilla. Por cánticos tan ofensivos como comunes a la multipropiedad intelectual de todos los campos de España, si la justicia fuera equitativa, aquí no se jugaba la Liga. No habría un campo abierto. ¿Hay que repasar la bajeza moral de la pitada en la Copa y la respuesta de eunucos políticos de la Federación? ¿Hay que repasar las muertes violentas sucedidas en los estadios de la meseta sin que pase absolutamente nada? ¿Hay que seguir subordinados a la obscena cacicada federativa por unos cánticos mientras en Madrid, al lado de su casa, perpetran violencia post mortem contra un inolvidable jugador sevillano? Podríamos rompernos la cara llevándonos razones a la misma. Para entender que la arbitrariedad la han convertido en Justicia. Y la Justicia en un prisionero de sus cacicadas. Este asunto, tan provocador, solo se soluciona en la calle. Pongamos a cuarenta mil sevillanos, yonquis y gitanos, a defender lo que nos corresponde, con banderas de Nervión y La Palmera, unidos ante un enloquecido aparato federativo, incapaz de decir pío ante un tifo pro etarra y mandar cerrar un campo por cantarle a un portugués la versión libertaria de una rima de Pessoa. A la calle. Y los caciques también…